lunes, 9 de mayo de 2011

Cuando la realidad se impone...


“Siempre es bueno pararse y reflexionar, tomar posición y decir lo que se piensa, aunque sea sobre lo más mínimo. Está bien hacer un alto y mirar dónde estamos, que hemos dejado atrás y qué horizontes atraen ahora nuestros pasos. Pero también asusta, pues la tentación es grande: dejar que el tiempo siga pasando. Asusta porque te puedes encontrar con unas manos excesivamente entretenidas en bagatelas. Pero vamos a intentarlo.

Terminé el bachillerato y me adentré en los estudios universitarios. Soñé muchas utopías, y me fui encontrando con gente que me ayudó a caminar. Pienso ahora que conseguí hacer míos muchos sueños. Sopesé distintas propuestas concretas para alcanzar la utopía, y actué en algunas de ellas.

Pero la realidad me ha ido venciendo, sacándome de mis sueños juveniles. La realidad es poderosa, y tiene buenas armas: un día descubrimos las contradicciones del proyecto en el que estamos, otro día nos damos cuenta de que somos capaces de hacer cosas injustificables, que contradicen lo que decimos y queremos. Otras veces hay andanadas de mayor calibre: la corrupción, la desilusión social, la muerte del tercer mundo, la increíble realidad de la muerte en tantas partes del mundo... Y te sientes superado.

Y te quedas con un regusto amargo: ¿hay algo que merezca la pena? Y nos dejamos arrastrar por la corriente y cada vez nos cuesta más interesarnos por algo.

Pero afortunadamente no es ésta toda la realidad. Sigue habiendo gente que se hace preguntas. Algo nuevo está naciendo. Miro alrededor, y veo mucha gente que sigue creyendo en la utopía. Y que toma partido por ella. Surgen proyectos pequeños, pero que llevan dentro una profunda carga transformadora. Con ellos debo conectar ahora, y ésa ha de ser mi actitud y mi compromiso. Puedo decir con rotundidad: cuando la realidad se impone, se ven más claros los caminos de esperanza. Y desde mis convicciones éticas no puedo hacer otra cosa que sentirme vinculado con tantos nuevos proyectos de humanidad que siguen anunciando ese mundo nuevo que soñé en mi juventud.





José Luis L. Aranguren









Para el comentario del texto:
1. Comenta el texto desde lo que tú piensas que es la actitud ética
2. Profundiza en él, buscando tu respuesta a alguno de los interrogantes que plantea:
· ¿Es verdad que la realidad es a veces demasiado fuerte como para plantearse posturas éticas ante ella?
· ¿Es cierto que somos testigos del surgimiento de nuevos aires éticos, de nuevos aires de utopía? ¿Sabrías poner ejemplos?
¿Cuáles son nuestras principales dificultades y nuestras ventajas a la hora de plantearnos la vida desde unas claves éticas/morales?

¿ES POSIBLE VIVIR SIN ÉTICA/MORAL?

"De todos los seres vivos de la tierra, sólo el hombre tiene conciencia de que existe, de que vive y de que ha de morir. Y esa conciencia le hace responsable de sus actos".

¿Cómo hablar de ética hoy?. ¿Cómo defender a la moral?. Poca gente habla hoy de moral; y cuando se hace, se alude a ella en sentido peyorativo: se habla de "moralina", de moralista", de "moralizante", como queriendo decir que de la moral lo normal es hablar de modo despectivo.

¿Y en la vida real?. ¿Está de moda?. No parece. Más bien está de moda trabajar lo menos posible, robar si no nos ven en los grandes almacenes, hacer una chapuza sin cuidado, banalizar la relación sexual, comercializar productos adulterados, aprovecharse de los cargos para enriquecerse, manipular a la opinión pública, hacer fraude fiscal, despilfarrar los fondos públicos, engañar a los electores cada cuatro años, estudiar lo menos posible y dar el pego, engañar a los profesores, cultivar una imagen de uno mismo diferente de la realidad, disimular las habilidades para no tener que trabajar, no tomar nunca decisiones... ¿Está de moda la ética?.

Pero la ética, la moral, sigue cuestionando la vida de los hombres. Y eso es bueno. Y, como en casi todas las cosas, es también bueno escaparse de los extremos: la represión y la anomía. Ver la moral como represión es entenderla como obstáculo, como freno a nuestros impulsos, como una imposición externa. Y hay personas y grupos que llegan a decir que los hombres seríamos más felices si no hubiera normas morales. La anomía es lo contrario: creer que todo da lo mismo, que no hay normas ni valores, que hay que funcionar exclusivamente desde nuestros deseos.

"El hombre salvaje entregado por la naturaleza al solo instinto, vivirá con las funciones puramente animales. Sus deseos no pasan de sus necesidades físicas; los únicos bienes que conoce dentro del universo son las comida, la hembra y el descanso. Los únicos males que teme son el hambre y la muerte. En un hipotético estado natural, cuando los hombres vivían así, sin tener ninguna relación moral ni obligaciones conocidas, no podían ser ni buenos ni malos. Dicho de un modo un tanto caricaturesco, el hipotético hombre no moral no tiene más tareas que comer, dormir y copular". (J.J. Rousseau).

Hay otras vivencias de lo ético. En otros momentos, la ética nos recuerda nuestros mejores ideales, nuestros proyectos más humanos. A veces exige, en ocasiones nos hace reflexionar. La ética, la moral, nos recuerda que las cosas no son indiferentes, que las decisiones no son irrelevantes, que las razones por las que hacemos algo o lo dejamos de hacer hay que tenerlas pensadas. Nos ayuda a comprender algo tan antiguo como la humanidad: se puede vivir consciente o inconscientemente, abierto o ensimismado, ajeno al mundo o de cara a la vida. Y una de esas maneras es la más humana, porque humaniza más.

¿Y si no hubiera ética? ¿Qué haríamos si todo estuviera permitido?¿ No nos pasaría que si todo diera igual, la vida se nos desintegraría y sólo tendríamos proyectos circunstanciales? Si todo da igual, o no pensamos nada o mejor nos perdemos en el anonimato de la masa.

Estamos redescubriendo la necesidad de la moral. El hombre de finales del siglo XX va siendo cada vez más consciente de que no vive solo y de que no da igual lo que haga. Pero le falta un peldaño por subir: ha descubierto ya que hay cosas buenas y malas, conductas que no deben consentirse y estilos que son buenos para todos. Pero necesita un proyecto de humanidad. Descubrir que todos somos responsables de todos; incluso de las generaciones que aún están por nacer, y que tienen derecho a un mundo limpio y humano. Las mayores inmoralidades de nuestra sociedad responden a una estrategia de deseos, en la que se es insolidario con alguna parte de la humanidad. Y mientras no seamos conscientes de esto, mientras no nos convenzamos de que la humanidad es digna de ser respetada, estaremos retrasando la libertad. Somos inmorales cuando somos inhumanos, y somos inhumanos cuando tratamos de realizar una parte de la humanidad a costa de otra. La humanidad abarca todo lo humano y a todos los humanos. Cada vez que matamos algo humano, nos jugamos nuestra condición de hombres. Somos humanos. No podemos dejar en la cuneta a nadie. Mientras haya un solo ser humano que no pueda vivir humanamente, todos los que de alguna manera tenemos algo que ver con él (y cada uno a su manera tiene algo que ver) no podemos desentendernos de él, sin degradar nuestra humanidad, la única humanidad, que es la de todos. Los perdedores de nuestra sociedad y de nuestra historia acusan. No hay proyecto de humanidad sin contar con ellos, y mucho menos si es a costa de ellos.

No sé si es posible vivir sin moral. Pero al menos sé una cosa: es poco recomendable.


Augusto HORTAL
Profesor de Ética
Universidad de Comillas



PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO


· ¿Estás de acuerdo con la idea de que hoy la ética no está de moda? ¿Por qué?
· ¿Qué imagen tienes tú de la ética? ¿Cómo la entiendes o la valoras?
· ¿Qué es lo que más dudas? ¿Qué claridades tienes en este asunto?
· ¿Crees que es posible vivir sin moral?
· ¿Qué crees que puede aportar la ética/moral a nuestro mundo, a nuestro modo de vida? ¿Cuáles son sus principales riesgos?
¿Qué diferencias ves entre una "estrategia de deseos" y un "proyecto de humanidad"? ¿En cuál de los dos nos solemos basar?

lunes, 2 de mayo de 2011

El Educador en valores hoy...



Frente a la actual crisis de valores de la sociedad contemporánea, la formación ética y en valores alcanza una validez fundamental como toma de conciencia del valor absoluto de la persona, y de las normas básicas de respeto y convivencia que aseguren la dignidad de la persona y la realización de sus valores.

Es así que ante la realidad social que padece nuestro pueblo, como educadores necesitamos conocer bien los compromisos que debemos asumir a fin de lograr las transformaciones sociales, políticas y económicas necesarias para que los individuos y la sociedad en general logren la realización justa y equitativa de todos.


Por ello, cuando se habla de una formación ética y en valores, es aquella que debe llevarnos a mejorar nuestro quehacer educativo, asumimos que esta formación implica la construcción de la persona, la reflexión, revisión y comprensión de su ser, afectividad, valores y actitudes.

Precisamente como educadores debemos promover en el participante, en el aprendiz una formación en pro del ser humano y al desarrollo de valores auténticos que le permita ensanchar su capacidad creativa en bien de la humanidad.

Formar hoy para la vida...



La finalidad de la Enseñanza es favorecer que el aprendiz realice los aprendizajes necesarios para vivir e integrarse en la sociedad de forma crítica y creativa, procurando que este proceso de enseñanza- aprendizaje le resulte gratificante. Esto equivale al desarrollo integral de la persona, y al logro de la propia autonomía y de la identidad personal y social.





De allí la importancia de la formación ética y en valores que busca sin duda, el desarrollo y la autonomía de acción en el medio, impulsando el desenvolvimiento, desarrollando la observación de la realidad y un pensamiento reflexivo y crítico que favorezca la elaboración de juicios personales y de ideas creativas, sobre la base de un adecuado equilibrio afectivo y social y de una imagen positiva de sí mismo.





Por otro lado, la socialización, la comunicación, el diálogo y el trabajo cooperativo para favorecer el desarrollo de la participación, la responsabi­lidad, el respeto a los derechos de los demás, la tolerancia y el sentido crítico, que configuran las actitudes básicas para la convivencia democráti­ca.